Noruega cierra una de las páginas más sangrientas de su historia. El 22 de julio de 2011, el país vivió su día más sombrío en tiempos de paz cuando un fundamentalista cristiano de extrema derecha asesinó a sangre fría a 69 personas.
Cuatro años después, la isla de Utoya recibe un nuevo campamento de estudiantes, el primero desde la masacre perpetrada por Anders Breivik. Petenecen a las Juventudes Laboristas, como las vícitmas de entonces, y pretenden superar un trauma que sigue atormentando a la sociedad.
“Es muy importante para nostros”, explica Mani Hussaini, el líder del grupo. “Es algo que nos supera. Estamos aquí para recuperar la tradición de acampar en Utoya y conjurar nuestros miedos por primera vez desde el ataque terrorista que sacudió nuestro país. Va a ser muy duro”.
Aquel día de verano, Anders Breivik atentó primero contra el barrio ministerial de Oslo, donde dejó ocho muertos tras estallar una bomba de 950 kilos. Y mientras la policía acudía al lugar de la explosi