La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha visitado Estados Unidos.
Rousseff se ha reunido con empresarios brasileños para normalizar relaciones bilaterales y atraer inversores. También se ha reunido con el presidente estadounidense, Barack Obama.
De esta manera se produce un acercamiento y se cierra la crisis abierta después de que en el año 2013 la mandataria cancelara el viaje oficial que estaba previsto a Washington, capital de EE.UU., después de que el exanalista de la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU. (NSA, por sus siglas en inglés), Edward Snowden, revelara que la NSA había espiado el teléfono de Rousseff.
Pero dos años después la situación no es la misma que en 2013, ni para la mandataria ni para Brasil. La popularidad de la presidenta vive sus momentos más bajos con un 65 por ciento de rechazo a su gestión.
El país acabará el año con un retroceso del Producto Interno Bruto (PIB) de al menos un 1,2 por ciento y la inflación está desbocada y escala a un 9 por ciento, una cifra alarmante que Rousseff no había conocido en su primer mandato.