Teherán, 3 may (EFE), (Imagen: Álvaro Mellizo).- O "hípster" o clérigo. En Irán no existe otra alternativa para describir a quienes llevan una barba frondosa y cerrada, en una extraña e inusual alianza entre moda alternativa y ortodoxia religiosa en un país en donde el vello facial es visto con rechazo por la inmensa mayoría de la población.
Al contrario de lo que señalan los clichés estéticos al uso sobre Irán, por las calles de las ciudades iraníes es difícil encontrar gente barbuda, y los pocos que hay son inexcusablemente o jóvenes artistas contraculturales vestidos a la última o veteranos y píos religiosos.
El resto de los ciudadanos de la República Islámica no solo prefieren ir rasurados, sino que en su mayoría perciben con recelo a quienes van sin afeitar y se burlan directamente de los que se dejan crecer seriamente los pelos de la cara, un prejuicio que se asienta en posturas sociales y, fundamentalmente, políticas.
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