Las cárceles de América Latina se están convirtiendo en un infierno. Tienen altos niveles de hacinamiento y de insalubridad. Sus administraciones son generalmente corruptas y están atadas de manos por bandas criminales. Organizaciones de Derechos Humanos, juristas, representantes de las iglesias e incluso magistrados y políticos recomiendan tomar medidas urgentes.