Tres jóvenes universitarios, con dificultades económicas, compraron por USD$20 un sofá viejo en una tienda de artículos de segunda mano, y no porque fuera un sofá confortable, sino porque era el único dinero que podían gastar en el momento.
Algunos meses después, uno de los jóvenes noto unos bultos en los cojines, y luego de revisar cuidadosamente, encontró un sobre que contenía USD$4.000, una revisión mas exhaustiva dio como resultado un total de USD$40.000 escondidos en el sofá.
Pero, mientras imaginaban como se podrían gastar el dinero, encontraron un recibo de un banco con un nombre. Los jóvenes sabían que debían hacer lo correcto y devolver el dinero.
Los estudiantes rastrearon y ubicaron al dueño, que era una mujer de 91 años que no confiaba en los bancos. Ella estaba recuperándose en un hospital de una cirugía de cadera cuando uno de sus familiares decidió vender el sofá. La mujer agradeció a los jóvenes por su buena fe y les dio USD$1.000 por hacer lo correcto.
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