¿Qué tiene un adolescente en la cabeza?

2015-03-31 1

Madrid, 31 mar (efesalud.com). El doctor José Casas Rivero, pediatra y responsable de la Unidad de Medicina de la Adolescencia del Hospital Universitario La Paz de Madrid, señala en este vídeoblog las dos causas que fundamentan el descontrol cerebral en un "teenager": su amígdala, donde se generan los impulsos y la emotividad, está más desarrollada; y su corteza prefrontal, donde se controla el ímpetu, se habilitan las tareas simultáneas o se planifica el futuro, está inmadura.

El cerebro crece de forma progresiva. La amígdala cerebral, del tamaño de una nuez, es un conjunto de neuronas que hacen que los adolescentes sean ruidosos, revoltosos, impulsivos, sexis o agresivos; rasgos que a buen seguro tienen mucho que ver con la evolución de la raza humana, sobre todo cuando el hombre y la mujer intentan conquistar metas teóricamente inalcanzables.

"Nuestros adolescentes se enfrentan a un montón de desafíos en su día a día. El estrés, unido a que su cuerpo está en pleno crecimiento y que su cerebro, por ende, también esté en constante desarrollo, hacen que su estado de ánimo se module de encantador a cargante sin interrupción aparente... y que no haya quien los aguante", dice.

Los adultos, en general, asumen el papel mundano de la responsabilidad, del que nadie o casi nadie está libre. Les domina el lóbulo frontal, donde se controlan las emociones. Sin embargo, los adolescentes tienen que luchar contra los cambios bruscos originados en su fluctuante raciocinio.

"Pasan del pensamiento concreto, sobre una sola cosa, al pensamiento abstracto, estructurado en varios asuntos a la vez; y encima están determinados por los momentos de estrés", explica José Casas.

El pensamiento abstracto tarda en conseguirse, normalmente hacia los veinticuatro años de edad. El lóbulo frontal regulará, entonces, a la amígdala. En ocasiones ese control no se consigue. Hay adultos que carecen de la capacidad del pensamiento abstracto.

Aún así, todos los adolescentes regresan una y otra vez al pensamiento concreto, mucho más infantil que el abstracto. Los adolescentes no tienen miedo a incumplir las normas. Son impulsivos y se las saltan a conveniencia.

"Si hablamos con nuestros hijos en condiciones de normalidad, sin una situación de estrés, y les planteamos cuestiones de la vida diaria en forma de hipótesis, como por ejemplo... ¿Montarías en un coche para irte de juerga sabiendo que el conductor ha bebido o está borracho?... la respuesta del adolescente sería, sin lugar a la duda, que no; que esa situación es peligrosísima", expone el médico.

"En ese momento funciona la zona prefrontal. Su cerebro puede ser lento pero no tonto. La corteza controla la tendencia al riesgo de los adolescentes", continúa.

"Pero, cuando llega la hora de la verdad y el planteamiento teórico se convierte en una oportunidad real, lo más probable es que el adolescente ceda ante su grupo de amigos con la colaboración de su descerebrada la amígdala, algo que la corteza prefrontal no es capaz de impedir", concluye.

"Montará en el coche y correrá riesgos impredecibles. Es una parte emocional inherente a la adolescencia", sentencia.

En base a esta experiencia médica, el doctor Casas indica a los padres que "si conocemos cómo se desarrolla el cerebro y cómo va madurando nuestro hijo adolescente podemos estar más tranquilos y seguros. Si vemos que está razonablemente integrado en el ambiente escolar y con sus amistades, podemos estar razonablemente tranquilos".

Para el especialista de La Paz, "no es que el adolescente carezca de cerebro, es que su cerebro está creciendo, aunque sea de atrás hacia adelante o al revés".

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