Por su temprana extinción, es difícil tener una descripción precisa del dodo. Las que hay se basan por un lado en las descripciones y dibujos antiguos, y por otro lado en los esqueletos y restos encontrados,6 uno de los cuales se preserva hoy en su posible postura natural.7 Como adaptación a la vida en la isla, los dodos perdieron la capacidad de vuelo, y con ello sufrieron también una fuerte regresión en la musculatura y de sus ligamentos en el esternón, además de una transformación en el plumaje, que se volvió filamentoso; la cola se acortó extraordinariamente y quedó provista de solo unas pocas plumas arqueadas y fijadas débilmente.
Partiendo de esto, se puede decir que el dodo era un ave de aproximadamente un metro de altura, de plumaje grisáceo y con un peso, que de acuerdo a análisis realizados en 2012, rondaba los 10 kg; sin embargo otras publicaciones estiman un rango de entre 9.5 y 17.5 kg.8
Su pico era muy largo (23 cm) y con una punta en forma de garfio que probablemente le permitía romper las cortezas de los cocos. Sus patas eran amarillas y robustas, con unas cuantas plumas rizadas en su parte de atrás. Tenía unas alas muy pequeñas, que unidas a su gran peso y un esternón insuficiente para soportarlo le hacían incapaz de volar.
La imagen tradicional del dodo es la de un ave gorda y patosa, de ahí que se le pusiera como primer nombre científico Didus ineptus, pero esta visión ha sido puesta en duda en tiempos recientes. Hoy en día, la opinión general de la comunidad científica es que los viejos dibujos del dodo retrataban a ejemplares cautivos que habían sido sobrealimentados.9 Las crónicas de la época hablan de su gran apetito, lo que seguramente en cautividad y con comida disponible causara su sobrepeso.
Mauricio tiene una estación seca y otra húmeda bien contrastadas, con lo que probablemente al final de la estación húmeda, el dodo, acumulara una buena cantidad de reservas de grasa, que le servirían para la temporada seca, cuando la comida fuera