Polvo doméstico[editar]
Una tormenta de polvo en el año 1935, en Stratford (Texas), Estados Unidos.
Los insectos y otra fauna menor que habita en las casas poseen una serie de interacciones sutiles con el polvo, lo cual puede afectar la salud de los habitantes de la casa. Por ello, es recomendable mantener una cierta circulación de aire, manteniendo las ventanas o puertas parcialmente abiertas. Una vez en el exterior, las partículas de polvo son llevadas por las brisas o desintegradas por la luz solar. En climas fríos, es esencial controlar la presencia de polvo regulando la circulación de aire, dado que, por lo inclemente del clima, se suelen sellar las viviendas con sumo cuidado, con lo cual se evita el ingreso de aire fresco, lo que permitiría la posibilidad de renovar el aire.
Los ácaros del polvo doméstico se encuentran en todas las superficies y aún suspendidos en el aire. Los ácaros del polvo se alimentan de pequeñas partículas de materia orgánica, que es precisamente el principal constituyente del polvo doméstico. Ellos excretan enzimas para digerir las partículas de polvo; estas enzimas y sus heces, a su vez, forman parte del polvo doméstico y pueden provocar reacciones alérgicas en los seres humanos (sobre todo rinitis alérgica o asma). Los ácaros del polvo se desarrollan con preferencia en las fibras de los acolchados, muebles y alfombras. El polvo doméstico puede ser eliminado con varios métodos: barriendo o sacudiendo con un trozo de tela, esponja, plumero o escobillón, o por medio de succión con una aspiradora o con un filtro de aire. En principio, el dispositivo que se use retendrá el polvo; sin embargo, parte del mismo puede ser puesto en suspensión en el aire con la propia actividad de limpieza (las partículas que forman el polvo doméstico pueden entrar fácilmente en suspensión) y alcanzar los pulmones de la persona que realiza esta actividad, aumentando el riesgo. Por ello, es preciso tener precaución al limpiar el polvo: es preferible juntarlo