Los nombres de las voces de los animales, a diferencia de las onomatopeyas, no pretenden imitar el sonido del animal en cuestión sino designarlo, nombrarlo y especificarlo. No tienen por qué tener en principio ninguna relación con el sonido real que hacen los animales, como sí las onomatopeyas, cuya función es representarlo. Por ejemplo, la onomatopeya del sonido que hace una vaca es «¡muu!» mientras que el nombre de su voz es «mugido»