Leopoldo fue el fundador y único propietario del Estado Libre del Congo, un proyecto privado encabezado por él mismo. Utilizó al explorador Henry Morton Stanley para ayudarle a reclamar el Congo, un área que actualmente ocupa la República Democrática del Congo. En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, las naciones europeas con intereses coloniales –que pactaron el reparto de África– se comprometieron a mejorar la vida de los habitantes nativos del Congo, al tiempo que confirmaron su posesión por parte de Leopoldo II. Sin embargo, desde un principio el monarca ignoró estas condiciones y amasó una gran fortuna gracias a la explotación de los recursos naturales del Congo –caucho, diamantes y otras piedras preciosas– y la utilización de la población nativa como mano de obra forzada y esclava. Su régimen africano fue responsable de la muerte de entre 2 y 15 millones de congoleños. Bertrand Russell estimó el número de víctimas en 8 millones de personas.