11 de noviembre de 1918: crónica del Armisticio

2014-11-10 14

Todo comenzó con el asesinato del heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando de
Austria en Sarajevo, que hizo saltar por los aires el precario equilibrio de fuerzas políticas en Europa. Austria declaró la guerra a Serbia en represalia por el asesinato y desencadenó un engranaje de alianzas que llevan a la Gran Guerra.

Las potencias europeas involucradas en el conflicto estaban por entonces al frente de imperios coloniales en todos los continentes. Dos grandes alianzas se enfrentaron: la Triple Entente, compuesta por Francia, Reino Unido y Rusia a la que se incorporaron Bélgica, Japón, Italia, más Rumanía y Estados Unidos. La Triple Alianza estaba constituida inicialmente por Alemania, Austria-Hungría e Italia. El imperio Otomano y el reino de Bulgaria se unieron después.

En este conflicto mundial, que duró cuatro años, tres meses y dos semanas, participaron 60 millones de soldados, de los que nueve millones perdieron la vida en el campo de batalla.

Casi la misma cifra de bajas civiles. Alemania, por un lado, y el imperio ruso, por otro, son los que perdieron más hombres en el frente, seguidos por Francia y Austria-Hungría.

En marzo de 1918, Rusia se retiró de la guerra. Cerrado el frente del Este, Alemania concentró sus fuerzas en el frente franco-belga. Pero los refuerzos británicos y estadounidenses acabaron con las esperanzas alemanas. El caos se apoderó de las tropas, muchos soldados se negaron a seguir combatiendo. El Estado mayor acabó pidiendo el armisticio.

El lugar de las negociaciones fue mantenido en secreto, por lo que solo hay unas cuántas fotos del acontecimiento: un vagón de tren en el bosque de Compiègne, a unos 90 kilómetros al norte de París.
El mariscal francés Ferdinand Foch y el ministro de Estado alemán Matthias Erzberger firmaron el histórico documento el 11 de noviembre de 1918, después de tres días de intensas negociaciones durante los cuales Alemania no consiguió negociar y se vió obligada a aceptar las condiciones fijadas por los vencedores.

Poco imaginaban los millones de personas que celebraron por todo lo alto la firma de la paz que ese mismo vagón se convertiría en un instrumento de venganza en la Segunda Guerra mundial, cuando Hitler hizo que los franceses firmaran allí su rendición el 22 de junio de 1940.