Honduras ha sido uno de los principales aliados estratégicos del imperialismo estadounidense en la región centroamericana y el Caribe. Desde el Golpe de Estado contra el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz en 1954 orquestado desde Honduras muchas de las operaciones de intromisión política a otros países se han iniciado en Honduras.
Luego del Golpe de Estado del 2009, dirigido por la embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa, los estadounidenses han acelerado su presencia en el territorio hondureño. Durante las pasadas elecciones la embajada de los Estados Unidos tuvo una participación directa y pública en el proceso, siendo la principal responsable del reconocimiento de los resultados por parte de los observadores internacionales a pesar de las distintas denuncias presentadas por candidatos de los partidos en contienda.
La presencia militar estadounidense es una expresión más del control político de ese país sobre Honduras. A pesar de que estas bases y operaciones son creadas bajo la excusa de combatir el narcotráfico en los últimos cuatro años los índices de droga que pasa por el territorio hondureño han aumentado cinco veces.
Los hondureños están acostumbrados a que las decisiones políticas se tomen en la embajada de los Estados Unidos y que sean sus militares los que entrenen y dirijan a los gendarmes nacionales, pero en los últimos años, esas acciones antes eran casi imperceptibles, se hacen a la luz del día y cada vez de manera más elocuente.
