Barcelona, 29 ago (efesalud.com). La ginecóloga Carmen Sala Salmerón, de la Clínica Gine-3, se dirige de forma especial a las mujeres que anhelan ser madres después de los cuarenta años, "algo que sucede cada vez con más frecuencia", para informarles de que la edad no suele ser un obstáculo insalvable para el embarazo, aunque sí podría llegar a ser un inconveniente para su futuro estatus social y el de su descendiente.
"La mayoría de las mujeres que desean tener un hijo más allá de los cuarenta tienen un deseo enorme de formar una familia y suelen presentar un estado de salud extraordinario, con una presencia física espléndida; parecen chicas de treinta y tantos. Están bien cuidadas, poseen un trabajo estable y una posición económica consolidada", nos cuenta.
Por contra, su ovario se ha hecho mayor. "A partir de los treinta y uno, el ovario comienza una fase de subfertilidad que se encamina hacia la infertilidad, algo normal antes de los cincuenta", señala la especialista.
"Ocurre porque el ovario deja de ser receptivo a dos hormonas que actúan de forma sinérgica en la reproducción, la FSH (Hormona Estimuladora del Folículo) y la LH (Hormona Luteinizante), y porque el reclutamiento de ovocitos es cada vez menor, ya que el ovario no responde a la hormona FSH. Además, los ovocitos, a esas edades, son de peor calidad", explica.
¿Y qué mujer aspira a ser madre después de los cuarenta?... "Por regla general se distinguen dos tipos de mujeres: las que ansían fervientemente tener un hijo y las que solicitan información sobre las posibilidades de engendrar antes de que se pasen sus años fértiles", engloba.
"Son mujeres sin pareja, que no quieren o no pueden tener un compañero, pero sí quieren ser madres; o mujeres con pareja que han dedicado su tiempo a su desarrollo profesional, a fortalecer su nivel económico o a viajar y que de repente se dan cuenta de que se les pasa el arroz; o mujeres que tienen hijos, pero los tuvieron siendo muy jóvenes y les apetece tener otro; o mujeres separadas que inician otra relación y desean concebir un hijo con su nuevo amor", cataloga.
¿Y estas mujeres dónde sitúan el foco de su preocupación?... "En la tasa de fecundidad. Ya saben que tienen una tasa baja de fecundidad, pero necesitan que se lo confirme el ginecólogo, que les diga exactamente cuál es su tasa de fertilidad", apunta la experta de Gine-3.
También recelan mucho de las pruebas a las que tienen que someterse para quedarse embarazadas y fijan su atención en los problemas que pueden tener durante el embarazo, "sobre todo en las pruebas de diagnóstico prenatal, como la amniocentesis para detectar cromosomopatías", destaca Carmen Sala.
¿Y existe algo que no las inquiete?... "Sí, la diferencia de edad. A los 45 años no se cuestionan que ellas cumplirán 65 y su hijo adolescente rondará los veinte. No se plantean las condiciones económicas que conlleva la jubilación, justo en la época universitaria de su vástago, con un horizonte de másteres o estudios en el extranjero", advierte.
"Tampoco tienen en cuenta que es muy posible que sus propios padres, de edad muy avanzada, más de 80 años, requerirán entonces ayuda y cuidados especiales -añade- y, como pena añadida, que ellas mismas sufran enfermedades como la diabetes o un cáncer, situaciones que afectarían a la disponibilidad hacia su hijo".
La doctora Sala, evidente y aguda, pero siempre cariñosa, "siente mucho haber sido un poco mala" en este vídeoblog, pero como ella dice: "los médicos no podemos curar la diferencia de edad y, hasta la fecha, los científicos no han podido mejorar la calidad de los ovarios. A los cuarenta -concluye- son los mismos que los de nuestras madres o nuestras abuelas".
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