Estamos ante uno de los juegos de estrategia más maquiavélicos jamás antes vistos: Daesh.
De un lado, sangre, terror, miles de muertos a nombre de una bandera del Islam que nada tiene que ver con la religión, sino con el acento diabólico de ganar poder. Del otro lado, los hechos del grupo terrorista Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL o Daesh, en árabe), coinciden con las cifras del oro negro: el petróleo.
Daesh ha tratado de partir en dos países, primero Siria y luego Irak. Desde el año pasado ha masacrado a miles de cristianos, musulmanes y todo lo que se le cruce su camino.
El presidente estadounidense, Barack Obama, no hizo nada para frenarlos. Así pasaron meses y la sangre de inocentes derramada. Hasta que los terroristas se acercaron a Erbil (norte), ciudad de Irak donde hay empresas de Estados Unidos y una reserva de oro negro muy jugosa.
En ese momento Obama decidió atacar a los terroristas, un ataque que horas antes coincide con la baja de las acciones del petróleo.
Daesh sigue con su actuación macabra. A nombre del Islam y por un Oriente Medio nuevo, amenaza con asesinar a cualquier ciudadano de EE.UU.
Pero en las filas de Daesh se revela que hay 10 mil extranjeros armados con alta tecnología que no son de Oriente Medio. Hablan perfectamente francés, inglés y hasta español.
¿Qué es en realidad todo este juego demoníaco?, ¿Dónde la vida humana es lo que menos importa y como carne de cañón se utiliza para reorganizar las fichas del poder?