Los palestinos de Shuafat viven atemorizados desde que un joven de 16 años fuera secuestrado y quemado vivo. El barrio es de mayoría árabe, pero forma parte de Jerusalén este, anexionado a Israel en 1967.
“No nos sentimos seguros y protestaremos, no nos callaremos. Como madres, si pudiéramos, hubiéramos destruido a los asesinos del niño con nuestras propias manos. No queremos que los israelíes vengan a nuestros barrios”, explica una mujer.
Mohamed Abu Jadair fue capturado a tan solo 50 metros de su casa. En esa calle hay alrededor de 27 cámaras. El servicio de seguridad israelí las ha desmantelado para ver las imágenes, pero los familiares de la víctima no creen que sea para arrestar a los asesinos, sino para encubrirles.
“Hay mucha laxitud por parte de los servicios de seguridad israelíes para detener a los culpables, a pesar de que ellos conocen su identidad y el coche que usaron para el secuestro.”
Los vecinos de Shuafat han adoptado el rol de vigilantes. Es probable que si se encuentran con una cara desconocida o un vehículo que no han visto antes sean ellos los que se tomen la justicia por su mano.
“Los palestinos defienden su derecho legítimo. Es una tierra palestina y están en su derecho a defenderla, pero en Jerusalén solo tenemos piedras, no tenemos armas ni nada más para defendernos”, sostiene un residente.
Tras el crimen, los tres días de enfrentamientos entre la vecindad árabe y la policía israelí han dejado huella. Cristales rotos, contenedores volcados y destrozos en lo que se suponía iba a ser un símbolo de acercamiento entre los dos enemigos irreconciliables.
“Esta línea del tranvía conecta el centro de Jerusalén con los asentamientos del norte pasando por varios barrios árabes. El ayuntamiento de la ciudad lo presentó como un proyecto unificador pero los disturbios de los últimos tres días muestran que esa unidad sólo existe sobre el papel”, concluye Luís Carballo, enviado especial de euronews.