Prohibir el cultivo de transgénicos en un país europeo o en una parte de su territorio. Esto debería ser legalmente posible después de un compromiso al que se ha llegado tras cuatro años de debate. Casi todos los ministros europeos de Medio Ambiente están de acuerdo, salvo los de Bélgica y Luxemburgo. Es una forma de regularizar una situación que ha generado mucha controversia.
“Los países que no quieran cultivar podrán primero pedir una exclusión geográfica utilizando la Comisión, que será la institución intermediaria con la empresa que pidió la autorización. Si esto fracasa, el país todavía tendrá margen para prohibir el cultivo en su territorio”, ha dicho el comisario europeo de Salud, Tonio Borg.
Una política agrícola, la planificación del territorio o el impacto socioeconómico, son algunas de las razones que se pueden argumentar. Greenpeace no lo tiene tan claro: “El texto que se ha aprobado hoy no ofrece a los Estados miembros una base sólida, porque los argumentos son muy vagos. Son cuestiones muy específicas relacionadas con la salud y el medio ambiente que no se pueden utilizar para para justificar la limitación de los cultivos de estos productos en los Estados miembros”, ha explicado Marco Contiero.
Siete países europeos ya han rechazado este tipo de cultivos transgénicos, especialmente un tipo de maíz genéticamente modificado que se cultiva en la Unión Europea. España es el socio que más superficie dedica al cultivo de los
transgénicos. El Parlamento ahora tiene que dar el visto bueno. Varios países quieren que se llegue a un acuerdo lo antes posible. También el comisario de Salud que ha dicho que confía en que la presidencia italiana de la Unión Europea, que comienza en julio, logre un acuerdo antes de que finalice el año.