Los apenas ochenta kilómetros que separan Mosul, en la provincia de Nínive, de Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí, son el escenario del exódo de la población civil.
Son decenas miles las personas vagan por la carretera huyendo de los milicianos yihadistas, que arrasan con todo cuanto encuentran a su paso. “La situación allí es desesperante. Han destruido y han quemado la comisaría de Policía. Haré cuanto pueda para salvar a mi familia y proteger a mis hijos”, explica Waad Ali.
Muchos han abandonado sus hogares, prácticamente con lo puesto soprendidos por un ataque que les ha dejado a la intemperie, sin dinero y casi sin víveres.
El Gobierno iraquí y las organizaciones internacionales que trabajan en la región han habilitado un campamento de urgencia para los que esperan el permiso para entrar en el Kurdistán iraquí.
“La gente intenta llegar hasta este puesto de control para entrar en la provincia de Erbil. Algunos no tienen a nadie esperando del otro lado y además no tienen dinero. El gobierno ha instalado este campamento de tránsito para que tengan un sitio dónde estar”, según la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Catherine Robinson.
La Oficina Internacional para las Migraciones (OIM) estima que, desde el martes, más de medio millón de civiles ha huido de Mosul.