Mismas restricciones para el cigarrillo electrónico que para el tabaco: a partir de este martes, Nueva York y Chicago hacen efectiva una norma que impedirá a los usuarios del nuevo producto utilizarlo en recintos públicos, bares y restaurantes, y prohibirá venderlo a menores.
Los partidarios de la medida abogan por la prudencia para proteger a los consumidores.
“Debemos proteger a la gente hasta que entendamos mejor cómo funciona para usarlo en su beneficio”, señalaba el ex responsable de Salud Pública de Nueva York Thomas Farley.
Aducen, además, que quieren impedir que fumar vuelva a ser visto como algo socialmente aceptable, pero quienes defienden el nuevo producto encuentran la medida absurda.
“¿Se supone que partir de ahora, quien quiera dejar de fumar y utilice este producto tendrá que salir con los fumadores, estar junto a aquello de lo que está intentando escapar?”, se preguntaba el presidente de la empresa Henley Vaporium, Peter Denholtz.
La guerra entre partidarios y detractores está declarada, para un negocio muy jugoso en el que ya han entrado las tabacaleras tradiciones.
La industria de los vaporizadores mueve cada año en Estados Unidos unos 2.000 millones de dólares.
