Olongapo (Filipinas), 22 abr (EFE). (Imágenes: Helen Cook)
En lo alto de una colina, suspendida sobre la ciudad de Olongapo, en el noroeste de Filipinas, se encuentra una imponente residencia que ha sido el refugio de más de 2.000 menores víctimas de unos de los grandes males del país: la pederastia.
Entre la vegetación del patio que rodea el edificio, propiedad de la Fundación PREDA, decenas de adolescentes participan en animadas conversaciones y ríen a carcajadas con la complicidad y despreocupación de cualquier otro joven de su edad, a pesar de haber sufrido un abuso sexual continuado.
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