Que la acción de Putin sobre la península de Crimea es la crónica de una intervención anunciada lo demuestra el último libro de Robert Kaplan, "La venganza de la geografía en cuya página 234 podemos leer esta frase tan premonitoria "sin Ucrania Rusia podría ser un imperio aunque predominantemente asiático, sin embargo, si recuperara el dominio de Ucrania, Rusia añadiría 46 millones de personas a su demografía con las miras puestas en occidente". La gracia de la frase es que está publicada en enero de 2012 en los Estados Unidos.
Efectivamente Kaplan tiene la razón, la geografía es determinante y en ese sentido, la geografía de Rusia desde la Edad Media, cuando nace el país, determina una psicología nacional marcada por el miedo y un miedo fundamentado en la ausencia de barreras naturales, de defensas naturales del país. Rusia es una pradera infinita, quizá la mayor pradera convertida en un estado nacional del mundo y eso determina, por un lado, ese miedo y una consecuencia añadida al miedo que es el carácter expansivo de los habitantes de la primera Moscovia, del imperio zarista, del imperio soviético y del imperio post-sovético que ahora mismo encabeza Putin.
Consecuentemente, la geografía importa, Ucrania importa para Rusia y Putin está ahí para quedarse.