Debido a que el comercio con China era complicado, pues las naciones occidentales no poseían nada de valor para intercambiar, se empezaron a buscar distintos métodos, entre ellos la venta de drogas y adictivos a la población. Para 1839, el opio surtido por Estados Unidos, Reino Unido y Francia había alcanzado a los campesinos aislados y los obreros gastaban 2/3 de sus ganancias en mantener su adicción. Ante esto, el emperador chino prohibió el opio y expulsó a los comerciantes británicos, que al llegar a Londres se quejaron ante el gobierno británico, el cual decidió atacar a China con su poderosa flota para obligarla a comprar el opio cultivado en la India británica.