Desde ayer, Francia juzga por primera vez a un exmilitar ruandés por genocidio.
Cincuenta testigos de la acusación declararán sobre el presunto papel de Pascal Simbikangwa, exjefe de los servicios de inteligencia en la masacre de más de 800 mil personas en Ruanda.
El acusado fue detenido en la isla francesa de Mayotte en 2008 y puede ser juzgado en un tribunal galo en aplicación del principio de justicia universal.
Un proceso histórico que tiene lugar 20 años después de los hechos.
Jean Simon. Abogado de la organización Survie:
“Efectivamente, lo único que sentimos es que el juicio se celebre 20 años después. Aunque por otra parte, también es una fuerza, porque aunque han pasado dos décadas, consideramos que hay que hablar de estos hechos, recordar lo que pasó y no olvidarlo nunca, luchar contra la banalización”.
Difícil entender cómo se pudo llegar a una masacre de semejantes proporciones.
Al contrario de lo que se cree, hutus y tutsis no son etnias, sino categorías sociales. Los tutsis, minoritarios, son ganaderos supuestamente superiores y los hutus agricultores considerados inferiores.
Desde la independencia en el 62 que condujo a un cambio de roles y al exilio de los tutsis, ansiosos desde entonces de de volver al país y reconquistar el poder, la semilla del odio prende. El atentado contra el avión del presidente hutu Juvenal Habyarimana, en abril del 94 fue la excusa esperada.
La maquinaria de matar hutu se pone en marcha. La consigna es exterminar a las cucarachas, como llamaban a los tutsis.
Milicias armadas por el Ejército ruandés obligan a la población a participar en este “trabajo colectivo de exterminio”. El 80% de la población tutsi desaparece a golpe de machete en cuestión de tres meses.
Tanto por su amplitud como por la crueldad de los métodos empleados, el genocidio ruandés está considerado como una de las peores masacres del siglo 20.
Muy criticada por su inacción en los peores momentos de la masacre, en 1994 Naciones Unidas tomó la iniciativa de crear el TPI para Ruanda con sede en Tanzania. De los 100 casos juzgados, 65 se han saldado con condenas por genocidio y crímenes contra la humanidad.
Lo sucedido en la excolonia belga está también detrás de más de 20 años de tensiones diplomáticas entre Francia y Ruanda. El presidente tutsi, Paul Kagame, acusa a París de ser cómplice de las matanzas y de favorecer la huida de los criminales.
Aunque la justicia sigue su curso, veinte años después Ruanda sigue siendo un país sin tejido social por culpa de la masacre. Ironías del destino, ahora tropas ruandesas intentan evitar que un drama similar se produzca en la República Centroafricana.