La justicia en el seno de las comunidades guerrerenses (sur de México) está tan lejos del dinero como de la corrupción; quienes la imparten lo hacen a título honorífico, sin sueldo o cualquier otra remuneración, y ser designado para cumplir tal encargo se considera un reconocimiento social a la honradez. Los integrantes de las policías comunitarias, por su lado, disponen de armas con qué enfrentar caciques abusivos, taladores de montes o narcotraficantes, y tras 10 años contados a partir de su primera aparición, a las autoridades mexicanas les ha convenido más legitimarlas que lanzarse en su contra. teleSUR