Se ha convertido en el hombre fuerte de Egipto. Un personaje providencial que, para una parte de la población, es el único capaz de restablecer el orden en el país tres años después de la Revolución que acabó con el régimen de Mubarak.
Y ahí reside toda la ambigüedad de la situación. Porque si hace tres años los egipcios querían poner fin a la era de los militares, hoy, hastiados de la violencia, plebiscitan su vuelta. Y Al Sisi ha maniobrado hábilmente para llagar a donde está ahora.
En Agosto de 2012, cuando Mohamed Mursi le pone al frente de los Ejércitos y del ministerio de la Defensa, todo parece indicar que el militar musulmán, pío y leal, va a hacer buenas migas con el primer presidente egipcio civil y elegido democráticamente.
Pero Mursi desata rápidamente la ira de la opinión pública. Menos de un año después de ser elegido, millones de egipcios reclaman en la calle su dimisión. Amparándose en ese descontento, Al Sisi le destituye y retoma las riendas del poder, negando toda ambición personal:
“Quiero deciros que el honor de proteger la voluntad del pueblo es más valioso para nosotros y para mí que el honor de dirigir Egipto. Lo juro ante Dios.”
Desde la destitución y detención de Mursi, que podría ser condenado a la pena de muerte, los Hermanos Musulmanes, el movimiento al que pertenece, ha sido ilegalizado y declarado organización terrorista.
Pero la calma no vuelve. Los seguidores de Mursi siguen desafiando al Ejército y la represión es brutal. Desde el verano pasado han muerto más de mil personas.
Al Sisi parece haber estado esperando su momento, que llegó a mediados de este mes, con el referéndum sobre la Nueva Constitución que tenía para el comandante máximo del Ejército un valor de plebiscito.
Aunque todos coinciden es que Al Sisi es un personaje enigmático que cultiva el misterio, habla poco y controla al milímetro sus apariciones públicas, para sus seguidores, el mariscal con la graduación más alta del Ejército, es un mito incluso antes de ser elegido. Falta por ver si sabrá reunir a un país herido y profundamente dividido.