En el año 2013 demostramos que somos un pueblo capaz de apropiarse de esta visión jánica. Hace unos días, el pasado 10 de enero, conmemoramos un nuevo aniversario de la tragedia de San Carlos, aquel balazo que le quitó la vida al General del pueblo soberano e hizo que el proceso revolucionario que él lideraba en el siglo XIX retrogradara. En aquel tiempo el pueblo perdió a su jefe indiscutible, y con él la posibilidad cierta de darle concreción a un nuevo modelo de sociedad.
Quiero recordar unas palabras extraordinariamente lúcidas de nuestro gigante cuando presentó su Memoria y Cuenta aquí, en este mismo lugar, el 11 de enero del 2008. Oigamos su reflexión: “Aquel 10 de enero de 1860 fue un día de llanto y de dolor para todo un pueblo que perdía a un hijo que fue capaz de encarnar como nadie, su causa, su anhelo de redención, de justicia e igualdad. Aquel hombre –refiriéndose a Ezequiel Zamora-había recogido e interpretado la esperanza de los preteridos y los olvidados desde 1830, había levantado la Bandera Bolivariana y planteado combativamente la decisiva cuestión de la igualdad establecida y practicada.
Hay que decir que del crimen cometido contra Ezequiel Zamora, el General del Pueblo Soberano, podemos extraer una enseñanza, una enseñanza permanente sobre el problema del liderazgo.
Recordemos la historia. Luego de aquel desgraciado balazo de San Carlos, aquel ejército popular, aquella rotunda expresión del pueblo en armas, desaparecido físicamente su conductor militar e ideológico, perdió cohesión, se fue dispersando y a ello se debe, entre otras cosas, que la Guerra Federal durara tanto tiempo y que todo terminara en un pacto entre la cúpula conservadora y la cúpula liberal que, por supuesto, excluyó al pueblo.
No es de extrañar que tenga tanta fuerza la idea de la desaparición física de Zamora y su liquidación, fuera obra de sus supuestos compañeros. Se le atribuye la autoría intelectual del crimen a Antonio Guzmán Blanco. No es extraño que la brava Paula Correa, madre de Ezequiel Zamora, se le tildara de loca por pensar y sostener lo mismo.
No hubo nadie que lo remplazara, porque la voluntad colectiva de lucha dependía estrechamente de su liderazgo. No había un desarrollo suficiente de la voluntad colectiva, de la conciencia revolucionaria que permitiera continuar la guerra tras los grandes objetivos, tras el horizonte estratégico de una sociedad de iguales”. Cierro esta reflexión del Comandante Chávez.
Hoy contamos con una voluntad colectiva de lucha, con una conciencia revolucionaria que, por supuesto, debe seguir incrementándose, fortaleciéndose. Hoy la Revolución Bolivariana cuenta con una dirección política-militar colectiva que este servidor tiene el honor de encabezar y dirigir, que es absolutamente leal al legado combatiente y libertario del gigante. Hoy como pueblo nos guía una premisa fundamental: Todos juntos somos Chávez y por separado no somos nada. (Aplausos)