Ha pasado una semana desde que un grupo de yihadistas vinculado a Al Qaeda cogiera las armas y decidiera declarar esta ciudad situada a 60 kilómetros de Bagdad como “Estado Islámico”. Una insurrección en la que han participado otras bandas tribales y que las fuerzas gubernamentales intentan aplacar.
En medio de la tensión reinante, el mercado parece hoy un oasis de paz.
“La situación es buena y el mercado funciona con normalidad. Todas las tiendas están abiertas. Les pedimos a todas las familias que se han ido que vuelvan a Faluya”, decía un vecino de la localidad.
Los recientes bombardeos por parte del Ejército y los combates en las calles han provocado numerosas muertes y obligado, según la Media Luna Roja iraquí, a más de 13.000 familias a abandonar sus casas.
“El Ejército bombardea las zonas residenciales de la ciudad. Las bombas caen de forma aleatoria. También en zonas donde no hay insurgentes y donde viven familias que no han causado ningún problema. La gente no puede quedarse en sus casas y decide marcharse”, decía uno de los exiliados.
La tranquilidad de la ciudad de Arbil, en el norte del país, contrasta con la situación en la provincia de Al Anbar y en Bagdad donde ayer un atentado suicida contra un complejo militar acabó con la vida de 23 personas.