El terremoto político que sacude Turquía y que ha obligado a Erdogan a remodelar su gobierno no parece sin embargo amedrentar al primer ministro, que lejos de dimitir achaca este escándalo de corrupción en el que se ha visto envuelto a un complot internacional. Una teoría, que a juicio de algunos expertos, no se sostiene.
“Es algo ridículo, totalmente inverosímil”, nos cuenta la profesora Riva Kastoryano, analista de política internacional. “Con afirmaciones como esas es como se muestran a sí mismos como víctimas. Parece que el Gobierno no haya hecho nada, ni ninguno de los ministros. Cuando hablan de Israel o de Estados Unidos se muestran a sí mismos como víctimas. Y eso en Europa no es aceptable”.
“Están buscando razones que convenzan a esas personas que aún tienen confianza ciega en ellos, aquellos que les votaron”, añade Kastoryano. “Porque al final, su objetivo fundamental son las elecciones locales”. “Por supuesto, ahora nuestras expectativas sobre el poder judicial son muy altas, a menos que exista algún tipo de intervención, de presión, en cuyo caso la situación en Turquía sería insostenible”.
El pueblo turco tampoco parece ver con buenos ojos las excusas de Erdogan, que parecen apuntar a su exaliado y ahora enemigo político Fethullah Gülen, hasta ahora controlador en la sombra de la Justicia y la Policía.
“Apoyo a Erdogan pero también quiero añadir que cuando tratas de cambiar algo en poco tiempo puede volverse contra ti”, opina un cuidadano. “Él fue el que puso al sistema judicial y policial en esta situación, así que no se puede quejar. Ahora tenemos dos opciones: o el Gobierno actual o el Movimiento Gülen, pero queremos una tercera opción, no nos gusta ninguna de las anteriores. Sabemos que actualmente existe una lucha de poder, pero no queremos formar parte de ella”.