La casualidad ha querido que la reunión ministerial de la OSCE coincida en Kiev con uno de los momentos de mayor tensión de los últimos años.
Casi dos semanas después de la decisión del Gobierno ucraniano de suspender la firma del acuerdo de asociación con Bruselas, el descontento social sigue creciendo. Y la cumbre no ha sido ajena a esta situación.
Si ayer, el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, acompañó a los opositores en las protestas, hoy ha sido Estados Unidos quien ha alentado a los manifestantes. De la mano de su secretaria de Estado adjunta, Washington ha expresado su apoyo a los ucranianos que ven su futuro dentro de Europa.
Una opinión que no ha gustado en Moscú. El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, considera que la actuación de los estadounidenses y europeos es un intento de injerencia en la política interna de Ucrania.
El clima de tensión que vive el país inquieta a la OSCE, que ha pedido a Kiev una investigación por la violencia policial en las manifestaciones.
El Gobierno de Nikolái Azarov ha alzado el tono y ha dicho que no permitirá que se bloqueen las instituciones del país. Desde el inicio de las protestas las autoridades han detenido a 14 personas.