La primera vez que comí un pescado en el río Amazonas me sorprendió por su gusto, sabía a mar. No es que tenga algo en contra de las truchas y carpas pero es que donde estén las especies marinas...
Esta vez me comía una gran rodaja de pescado con el nombre de Pirarucú que me sabía a gloria. Incluso había visto vender en las pescaderías de Leticia y Tabatinga grandes corvinas idénticas a las del Atlántico o Pacífico.
Por esta singularidad y por ser el río más grande y caudaloso del mundo el Amazonas deja de ser normal a través de todo su curso.
La quinta parte del agua dulce mundial está en esta red fluvial que atraviesa territorios de países tan distantes como Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guayana y Brasil para acabar transformada en uno sólo caudal que muere en el Atlántico Brasileño. Como veis no es sólo el pulmón del Planeta.
Otra de sus peculiaridades son unos pescadores que no se pueden observar en otros ríos y que se alimentan de la riqueza piscícola de sus casi 7.000 kilómetros de longitud.
Son los simpáticos delfines del río Amazonas; dos especies endémicas, una rosa y otra gris, que hacen las delicias de los que hemos tenido la fortuna de asomarnos a este maravilloso rincón del Planeta.
