Saltan chispas en los aledaños de la sede del Gobierno ucraniano, donde esta mañana ha sido desplegada la policía antidisturbios para contener la rabia de cientos de partidarios del acercamiento del país a la Unión Europea. Los manifestantes se sienten traicionados por el ejecutivo, que tras meses de largas negociaciones ha anunciado la suspensión de la firma del Acuerdo de Asociación con la UE, un tratado histórico que levantaba ampollas en Moscú, aliado tradicional de Kiev.
“Es imposible trabajar con el Gobierno de una forma civilizada”, se quejaba un manifestante. “Estabamos expectantes, esperando que no mintieran. Por eso estamos aquí. Tienen que ser justos”.
La oposición ucraniana, que ayer reunió a decenas de miles de personas en Kiev, ha prometido mantener la presión callejera hasta que el Gobierno revoque su decisión y firme el acuerdo con la UE. Debía hacerlo en la cumbre de Vilna, dentro de cuatro días, pero Bruselas ponía como condición que se permitiera recibir tratamiento médico en Alemania a la encarcelada exprimera ministra Yulia Timoshenko, algo que rechazó el parlamento ucraniano.
