Cuando mentimos, en el cerebro se activan tres regiones diferentes, el lóbulo frontal, el lóbulo temporal y el lóbulo límbico, y lo hacen en mayor medida que cuando decimos la verdad. Mentir requiere un esfuerzo cerebral extra, ya que cuando lo hacemos se activan zonas del córtex frontal que desempeñan un papel en la atención y concentración, además de vigilar posibles errores y suprimir la verdad. Así mismo, las redes cerebrales utilizadas para expresar una mentira espontánea son diferentes de las que se utilizan para expresar una mentira memorizada. La mentira espontánea estimula una parte del lóbulo frontal relacionada con el funcionamiento de la memoria, mientras que la mentira ensayada estimula una parte distinta en la corteza frontal derecha, relacionada con la memoria episódica. A lo largo del tiempo se han empleado métodos con el fin de detectar cuándo la gente está mintiendo. El detector de mentiras utilizado hasta el momento es el conocido como polígrafo.