Estamos en al frontera entre Lituania, miembro de la Unión Europea y Bielorrusia, conocida como la última dictadura de Europa. Pero la diferencia entre las dos partes no es tan evidente.
Lituania, al frente la presidencia rotatoria de la Unión Europea, ha invitado a Bielorrusia a que participe en la cumbre de la Asociación Oriental que se celebra en noviembre en Vilna. Esto es Norviliskes, en Lituania, al otro lado está Piackuny. Hace años eran una misma ciudad y ahora hay familias que viven separadas. Cruzar la frontera cuesta muy caro. Este lituano no cree que su vida haya mejorado desde la entrada en la Unión Europea
“¿Qué es lo que ha mejorado?, Antes estábamos mejor”, asegura Stanislav.
¿Antes de 2004?, preguntamos.
“Antes de 1996, cuando teníamos la cooperativa”, responde.
La tasa de desempleo aquí ronda del 30-35%. No hay médico y los agricultores sobreviven con las ayudas europeas. La mayoría no se puede permitir pagar 200 euros por un visado.
“Sabemos que hay dos estados, que hay fronteras y que podrían desaparecer. Pero lo respetamos. Nosotros creemos que es necesario que baje el precio de los visados”, explica la responsable local de esta zona en Lituania.
No hay ningún tipo de acuerdo entre Lituania y Bielorrusia para rebajar el precio para las personas que viven cerca de la frontera. Hace cinco años que esta mujer no ve a su marido. Desde que él encontró trabajo en Bielorrusia.
“Se necesita todo el día para hacer el camino y luego hay que esperar unas 6 u 8 horas. Y él no lo va a hacer ni va a esperar esas largas colas”, dice Leokadia Gordievich.
Y la situación se complica cuando alguien se muere en esta parte de Bielorrusia porque el cementerio está en Lituania y trasladarse es demasiado caro. Aunque el cementario esté a unos cien o doscientos de metros, las fronteras existen también para los muertos.