Los productos más utilizados en la confección de las baterías eran plomo puro, arsénico, selenio, antimonio y estaño. Los mayores problemas se dieron por la elevada cantidad de plomo encontrada en el terreno industrial. Esto determinó que años después se detectara que los trabajadores presentaban diversos problemas óseos y en articulaciones.
La fábrica estaba activa desde 1963, y si bien comenzó a operar como cooperativa, tiempo después se convirtió en una filial de FUNSA.
Al momento de cerrar daba empleaba a 80 obreros, quienes no pudieron cobrar sus despidos por la falta de liquidez de la empresa fundida y sólo acordaron un prorrateo por el que cada uno obtuvo una cifra cercana a los 5.000 pesos, que distaba mucho de los 400.000 dólares que conformaban los adeudos generales.
Aunque los ex empleados siguieron dando batalla para recuperar el dinero que les correspondía legalmente, les golpeó un problema mayor, el factor de contaminación ambiental.
Una vez conformada la cooperativa de trabajadores de FUNSA, en 2007 se resolvió ceder el predio de Rosario a los ex trabajadores de Fanaesa para que pudieran recuperar la deuda.
Consultados acerca de las medidas de seguridad ambiental que se tomaban cuando la fábrica estaba operativa, explicaron que al principio la contaminación producida por el plomo “no estaba muy estudiada” y que por momentos fueron “conejillos de indias” en los estudios sobre el tema.
Si bien señaló que las conclusiones mantienen vigencia porque el plomo es un metal “bastante estable” y con poca movilidad -no contamina por medio del aire sino a nivel del suelo-, indicó que actualmente la Dinama se comprometió a apoyar a los trabajadores para la realización de nuevos estudios que puedan servir para reducir costos de la remediación
del lugar.
La jerarca explicó que la solución no consiste solo en cercar el predio y remover la tierra, sino que hay que prever no contaminar el resto de la zona. Si bien la contaminación por plomo se delimita a algunas porciones del terreno, como no se habita directamente encima de él no representa riesgo para la salud de los pobladores de la ciudad de Rosario. Sin embargo, como el perímetro no está cerrado, el lugar es usado por gente de la zona para “cortar” camino y ahorrarse el caminar un par de cuadras, e incluso funcionan como cobijo para la delincuencia y venta de drogas.
En opinión del director del Departamento de Higiene y Medio Ambiente de la Intendencia de Colonia, Luis Garat, y basándose en el estudio ambiental datado en 2003, el terreno de Fanaesa está habilitado para la actividad industrial, pero no para el rubro alimentos o para ser usado como lugar habitacional.
La comuna realizó estudios de la calidad del agua del arroyo Colla y no se registró que estuviera contaminada, por lo que está habilitado para usos recreativos.