Un viaje de casi tres días ha llevado a Ramón Gerardo a Filipinas, de vuelta a casa, desde Arabia Saudí, donde trabaja.
Allí espera encontrarse con su familia, que reside en Taclobán, una ciudad que ha quedado totalmente en ruinas tras el tifón.
Gerardo relata su nerviosismo: “En dos días solamente he dormido dos horas pensando en lo que ha pasado, lo que le ha pasado a mi familia, mis parientes y a todos en Taclobán y en Leyte también”.
Como muchos filipinos Gerardo trabaja en el extranjero. Y el panorama a su llegada no puede ser más desolador.
Finalmente llega a su casa, que ya no tiene techo, pero su familia sigue allí, a salvo. Su mujer y sus cinco hijos habían superado la catástrofe, según le dijo un amigo, pero Gerardo no lo ha creído hasta que no los ha visto.
Ahora queda una parte muy difícil: sobrevivir. La falta de víveres y de agua potable es el principal obstáculo a superar.