Nadie se había atrevido a romper así el protocolo en Japón: la polémica está servida desde que, el pasado jueves, un diputado se atrevió a entregar personalmente una carta sobre Fukushima al Rmperador Akihito, una figura casi sagrada y tradicionalmente, al margen de los avatares políticos.
Akihito, a punto de cumplir 80 años, inclinó su cabeza al tomar la carta y se la entregó posteriormente a un chambelán sin hacer comentarios.
Muchos han pedido la dimisión del diputado y activista antinuclear Taro Yamamato, que ha dicho a los medios:
“El hecho de que entregara personalmente una carta al Emperador es porque quería expresarle mis sentimientos sobre la situación actual. Hay niños que están sufriendo verdaderos problemas de salud, y gente que está trabajando en zonas contaminadas y que están siendo ignoradas, esta es la realidad. Y quería hacérsela llegar”.
El fin de la crisis de Fukushima aún parece lejano mientras se planean nuevos métodos, como la construcción de un “muro helado”, para tratrar de neutralizar los vertidos radioactivos de la central, que forzaron la evacuación de 150.000 personas y siguen contaminando el Pacífico y el subsuelo del país.
Recientemente, la ONU alertó de que el nivel global de radiación podría ser hasta un 20% superior a lo reconocido por las autoridades.