(Vídeo) José Vicente Rangel JOSE VICENTE HOY 11.08.2013

2013-08-11 86

El mejor aliado de la corrupción es la complicidad. Es la solidaridad automática. Es la reacción caracterizada por la defensa a ultranza del sospechoso, solo por razones de amistad, de compañerismo, de vinculaciones políticas y partidistas. Es ese el caldo de cultivo en el cual prospera el fenómeno que se nutre y expande hasta copar a la sociedad y al estado.

En Venezuela la experiencia confirma varias reglas de la corrupción. Veamos algunas:

1º.) Todo funcionario público corrupto tiene un equivalente en el sector privado. Con lo cual se confirma la existencia de una estrecha relación en la comisión de delitos entre personajes de la administración del estado y grupos empresariales privados.

2º.) Esa relación crea fuertes nexos y solidaridades entre los integrantes de uno y otro sector.

3º.) La relación opera en detrimento de las instituciones del estado, por lo cual éste se debilita y pierde poder para arbitrar y dirigir a la sociedad.
4º.) En la medida en que el proceso de deterioro se acentúa, los órganos de la administración de justicia se degradan y prácticamente se convierten en instrumentos de la corrupción.

¿A dónde conduce esta situación? A convertir al sistema en una especie de Cleptocracia, donde los corruptos imponen la norma. La Cuarta República fue un ejemplo claro del fenómeno. En ella la corrupción echó profundas raíces y se erigió en el verdadero poder tan pronto logró permear a los poderes ejecutivo, legislativo, judicial y a los órganos encargados de perseguirla, como el ministerio público y la contraloría general de la república.

Un fenómeno profundamente implantado, con un desarrollo histórico sostenido, de constante crecimiento, difícilmente puede ser controlado o eliminado. La carga proveniente del pasado repercute en el presente. Razón por la cual la corrupción en la V República reproduce en su seno la que se desarrolló durante la Cuarta República.

Dada esta situación, la única manera de dar respuesta eficaz, rotunda e implacable a la corrupción, de desconectarla y reducirla a su mínima expresión, es con una política de emergencia y una clara toma de conciencia de la sociedad venezolana, de cada uno de los ciudadanos. Debilita ese propósito la complicidad, el manejo politiquero del tema que lleva a defender o a excusar a los corruptos. El caso Mardo es un ejemplo: las acusaciones en contra del Diputado por aragua están bien fundamentadas y son reveladoras de una situación enmarcada en delitos que los órganos competentes deben tipificar y procesar. Ahora bien, si la corrupción es algo en extremo grave, y así lo plantean todos los sectores nacionales, ¿por qué descalificar la investigación y convertir el allanamiento del Diputado en un caso exclusivamente político, en vez de facilitar que la administración de justicia opere? Semejante comportamiento solo sirve para confirmar que no hay verdadera voluntad para combatir el flagelo y que éste sigue contando con poderosos recursos. No es por nada, pero en verdad..........

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