El tercer peor accidente ferroviario en la historia de España

2013-07-25 1

Redacción Central, 26 julio (CERES TV | AGENCIAS)

El accidente de tren en Galicia, que tuvo lugar el pasado 24 de julio en las inmediaciones de Santiago de Compostela, se ha convertido en una de las mayores tragedias en la Historia ferroviaria de España, pero no en la que mayor número de víctimas ha producido.

Si retrocedemos siete décadas podremos encontrarnos con el que fue el mayor y más trágico accidente ocurrido en nuestro país y que a la vez tiene tras de sí una escabrosa y vergonzosa historia de mutismo que las autoridades de la época intentaron ocultar.

El lunes 3 de enero de 1944 partía de la Estación del Norte de Madrid (actualmente Estación de Príncipe Pío) el tren correo-expreso con destino a La Coruña.

Era un tiempo en el que los trayectos de larga distancia tardaban una eternidad en realizar el viaje y los vagones de trenes (fabricados en su mayor parte en madera) eran incómodos, además de transportar a más viajeros que asientos llevaban. Motivo por el que habían muchas personas que viajaban de pie en los pasillos o en las plataformas que comunicaban un vagón con el otro. La proximidad de la festividad del día de Reyes fue un factor determinante para llevar más pasajeros de lo que habitualmente frecuentaban dicha línea.

La compañía Renfe tan solo llevaba en funcionamiento tres años, tiempo en el que no había podido dar a la infraestructura ferroviaria todas las reparaciones que requería, a pesar de que la Guerra Civil había terminado cinco años antes, pero las condiciones del trazado de la red de vías de la mayor parte del país estaban en unas pésimas condiciones.

Algo que también ocurría con la mayoría de las locomotoras y vagones, por lo que cualquier pequeño incidente tenía todos los números de convertirse en una gran tragedia, como así sucedió en este fatídico viaje.

El convoy del tren correo-expreso iba provisto de dos locomotoras y doce vagones, que iban repartidos en dos destinados al servicio postal, otro para los equipajes y el resto repartido entre la primera, segunda y tercera clase (en esta última era donde iba una sobreacumulación de pasajeros, compuesto por soldados de permiso, familias enteras y comerciantes de regreso a su hogar).

Sorprendentemente iba provisto de dos locomotoras debido a que una de ellas (la principal) tenía problemas de frenado y se le acopló una segunda que debía ser la que ralentizase la marcha. Pero al llegar a la estación de La Granja se dieron cuenta que la locomotora acoplada también tenía problemas de sobrecalentamiento, por lo que se optó por desengancharla. Una decisión que fue fatal en el devenir del viaje y que sería una de las causas del aceleramiento del convoy tras partir de allí y durante el descenso del puerto de Brañuelas, provocando que el maquinista no pudiese frenar y pasase de largo por la estación de Albares de La Granja, en donde debía efectuar una parada.

El tren, con una velocidad muy superior a la que normalmente llevaba, se dirigía descontroladamente hacia la siguiente estación, situada en Torre del Bierzo y tras la que se encontraba el fatídico túnel en el que colisionaría con una locomotora en maniobras y que había partido apresuradamente tras el aviso telefónico del jefe de la estación de Albares de La Granja, quien advirtió de la inminente llagada sin control del tren correo-expreso.

El impacto fue devastador, quedando dentro del túnel cinco de los doce vagones (los que correspondían a la 3ª clase y que llevaba más de 700 pasajeros). Se produjo a las 13:20 horas de aquel fatídico lunes.

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